Los suelos son todo un arte, aunque no nos demos cuenta. En esta ruta a dos ruedas los pisaremos modernistas, coloridos, curiosos, enigmáticos y, siempre, desde la perspectiva de un plano picado. Te invitamos a probar Sítycleta y a hacer todo el recorrido usando el servicio de bicicletas municipales, que dispone de estaciones a lo largo de todo el itinerario. En definitiva, descubrimos Las Palmas de Gran Canaria desde lo más bajo para conocer grandes historias en esta ruta, sin despegarnos del suelo.
Nuestro punto de partida en este recorrido en bici es la
Plaza de San Antonio Abad, el origen de todo en Las Palmas de Gran Canaria. Justo delante de esta pequeña ermita, cuya fachada recuerda
el paso de Cristóbal Colón por Gran Canaria, se fundó la Ciudad en 1487. Así como esta histórica ermita fue reconstruida, imitando a la original, el empedrado característico de esta zona de Vegueta, instalado en 1980, rememora el pavimento antiguo. Si estas piedras hablaran, no nos contarían grandes historias, aunque bajo ellas esconden el gran tesoro arqueológico de la Ciudad.
Cruzamos el
barrio de Vegueta pedaleando por el carril bici que pasa por el
barranco del Guiniguada hasta el otro histórico barrio en el corazón de la Ciudad,
Triana. Alrededor de la arteria principal del barrio, la
calle Mayor de Triana, totalmente peatonal, cientos de tiendas constituyen la zona comercial abierta. Pasear por Triana es disfrutar de las coloridas fachadas modernistas de sus edificios señoriales, pero también el suelo, de piedra natural, tiene muchas historias que contar. Del anterior pavimento, colorido y de terrazo, solo se conserva, junto a la escultura
Espiral del Viento, de
Martín Chirino, una rosa de los vientos que muestra los rumbos náuticos entre los puntos cardinales.
Después de caminar sobre el suelo gris de Triana, volvemos a la bicicleta y al rojo del carril bici que discurre por la
calle León y Castillo, hasta llegar a la
Plaza de La Feria. Esta plaza, que debe su nombre a la feria de pescado que acogía en el siglo XIX, se construyó en 1969 en homenaje al escritor palmense
Benito Pérez Galdós, que en forma de escultura preside el centro de la plaza. Este espacio es un lugar de encuentro para los niños y los aficionados al
skate o a los patines, que practican piruetas en las zonas en pendiente que rodean el
monumento dedicado a Galdós.
En este punto se bifurca el carril bici hacia la
Plaza de la Constitución - 'El Obelisco', una rotonda sobre la que se levanta un monolito de 25 metros de altura y tras el cual encontramos una zona verde entrañable. Se trata de un rincón sencillo donde descansa el busto del poeta grancanario
Tomás Morales, en un oasis de paz, entre el intenso tráfico y los grupos de estudiantes que pasan por aquí. Delante del busto, un estanque con plantas acuáticas y un llamativo mosaico cubista realizado con retales de azulejos, que representa los elementos de la poesía de Tomás Morales.
Junto a esta bella plaza está la Facultad de Ciencias de la Educación, en cuya entrada llama la atención una superficie de planos inclinados que componen dos triángulos, una invitación a resolver el llamado rompecabezas del mercero. El desafío geométrico está en el suelo. Este es el ingenioso reto: hay que descomponer un triángulo en cuatro piezas de forma que puedan reunirse en un cuadrado perfecto.
Retomamos los pedales y la alfombra roja del carril bici, esta vez con destino a uno de los símbolos de estilo arquitectónico neocanario: de la mano de los
hermanos Martín Fernández de la Torre llegamos al
Pueblo Canario. Este conjunto arquitectónico que recrea la arquitectura tradicional canaria tiene un empedrado con callaos, típico de los antiguos suelos de las calles de Canarias y, además, un mosaico de figuras geométricas de diferentes formas, materiales y colores: una preciosidad si lo contemplas desde el balcón.
Seguimos pendientes del suelo, pero ahora en la
Avenida Marítima, que dispone de un carril bici kilométrico, paralelo a un amplio paseo peatonal, al ladito del mar. Los
paseos en bicicleta respirando la brisa pueden ser muy relajantes, especialmente si nos concentramos en las ondas del dibujo de su pavimento. El dibujo, de baldosas de terrazo,
imita al paseo de Copacabana y promete un
dulce balanceo camino del mar.
Nuestra ruta ciclista por los suelos más significativos de Las Palmas de Gran Canaria transcurre siempre sin dejar el carril bici, hasta alcanzar la
plaza Woermann, junto al
edificio más emblemático del istmo de La Isleta. Pero lo interesante no solo está arriba. Las vistas a la plaza desde la altura son sorprendentes: las piedras blancas y negras del pavimento, que vinieron a colocar artesanos portugueses, forman una
silueta femenina.
Son los últimos metros pendientes del suelo sobre el que pedaleamos, porque hemos llegado a la
joya de La Corona, el
Paseo de Las Canteras, de uso exclusivamente peatonal. Aparcamos la
Sítycleta en cualquiera de sus
seis estaciones cercanas a este largo paseo playero, con más de tres kilómetros, para disfrutar del merecido descanso. Tras la renovación total de todo el paseo, la playa más bonita presume de unos
adoquines rojos en forma de prisma.
Finaliza aquí esta ruta de la que salimos convencidos de que nunca hay que perder el contacto con el suelo porque tiene muchas cosas que enseñarnos, entre ellas, no tropezar dos veces con la misma piedra.